lunes, 18 de junio de 2012

Cicatrizar la heridas de la Infancia

La ambivalencia describe bien los sentimientos que experimentamos al crecer en familias afectadas por el alcoholismo. Nos sentimos ambivalentes hacia los alcohólicos, hacías los padres no alcohólicos y hacia la vida misma. En nuestra joven vida, el amor y el temor se combinaban tan íntimamente como el whisky y la soda. A veces, el temor era agudo y potente como un whisky puro; otras, el amor era tan burbujeante como la soda, pero a menudo las dos emociones se entrelazaban de un modo confuso. Manejarse en extremos emocionales, tanto en nuestro interior como el la familia, distorsionaba nuestra percepción hacerca de la verdad, la realidad, la compasión e incluso la decencia humana. Aprendimos a negar, a minimizar, a exagerar y, con el tiempo llegamos a sentirnos agraviados y a enfurecernos con la vida misma. Estábamos ajenos a las causas de nuestra confusión, lo mismo que cualquier alcohólico. A la mayoría nos llevo años- llenos de amor y apoyo que encontramos en Al-Anon poder comenzar a deshenredar las hebras de nuestra vida y entrelazaras con nuestra propia visión creativa, particular y hermosa de lo que puede ser la vida.
      Pero incluso la felicidad puede plantear problema para los hijos adultos de alcohólicos. A veces, al seguir desprendiéndonos de las capas de nuestro pasado, descubrimos que deliveradamente hemos olvidado nuestra niñez infeliz o que hemos imaginado los recuerdos gratos de la juventud. A veces, hasta la felicidad actual parece solo otra forma de negación. Después de habernos sentido deprimidos y desesperados, o exageradamente valientes, insensibles o haber vivido en un mundo de fantasía, aunque nos pueda suceder cosas buenas se cierne sobre nosotros una sombra que espera el próximo desastre. Dado que nuestras experiencias pueden haber oscilado entre emociones extremas o sentimientos anestesiados, nuestro reto en la recuperación es lograr un equilibrio en la vida y aceptar las muchas variantes de color y textura que ellas nos presenta. En vez de vivir siempre pensando en los extremos, blanco y negro, en la recuperación intentamos encontrar el arco iris dentro de nosotros.
Examinarnos interiormente es fundamental para recuperarnos de los efectos del alcoholismo ajeno, ya que si bien podemos haber experimentado dificultades y traumas en los años de formaciòn, es en realidad la reacción continua ante estas cosas lo que hoy nos perturba.  Aunque hayamos dejado el alcohólico, no escapamos de la confusión, la culpa, la inseguridad, la rabia y el temor que conocimos en la juventud. De hecho, nos sofocàbamos en nuestras propias costumbres malsanas, sin comprender que otro camino, uno espiritual, podría llenarnos de un aliento vital de esperanza, amistad y amor.

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